SOBRE ESCORIAS,   GANGAS Y BASALTOS

Hornos y Volcanes, Mariano Gutiérrez.
Arriba, la imagen del horno y el volcán, de cerámica, encajada abajo en un bloque de piedra pómez. Y aunque invisible, el fuego que purifica, destruye y crea. Arde en silencio el metal y estallan en estruendo las entrañas de la tierra. Lo que tiene valor se queda dentro –metal precioso que se aprovecha, semilla pródiga que germina, magma oscuro que se convierte en basalto–, y lo que no se desparrama fuera: materia sobrante, elementos desechables, residuos inútiles... Lo sólido que sostiene, vaso o cáliz de ofrenda, incapaz de contener lo derramado. Son las fases del proceso: el crisol que funde y depura o el despeñadero por el que caen esos hilos del color rojo de la sangre que desbordan incluso el recipiente. Son también los destinos que aguardan: lo que se recoge o lo que se tira.

easy drag and drop web generator

Hornos y Volcanes, Mariano Gutiérrez.
Arriba, la imagen del horno y el volcán, de cerámica, encajada abajo en un bloque de piedra pómez. Y aunque invisible, el fuego que purifica, destruye y crea. Arde en silencio el metal y estallan en estruendo las entrañas de la tierra. Lo que tiene valor se queda dentro –metal precioso que se aprovecha, semilla pródiga que germina, magma oscuro que se convierte en basalto–, y lo que no se desparrama fuera: materia sobrante, elementos desechables, residuos inútiles... Lo sólido que sostiene, vaso o cáliz de ofrenda, incapaz de contener lo derramado. Son las fases del proceso: el crisol que funde y depura o el despeñadero por el que caen esos hilos del color rojo de la sangre que desbordan incluso el recipiente. Son también los destinos que aguardan: lo que se recoge o lo que se tira.

Saliendo de un pozo de escoria, Mariano Gutiérrez.

Soporte de hierro y eje del mismo metal con rodamiento incrustado en madera de castaño para que la escultura gire. Cubierta con una capa de resina para que no se desmorone, la escoria, formada de las impurezas que se separan de los metales durante la fundición, y de ahí ese aspecto de residuo esponjoso, de vidrio machacado, de lava porosa. Y en la escoria, saliendo de un pozo, la figura de un hombre. Está de espaldas y pugna por emerger de lo oscuro a la luz, de las profundidades del abismo a las caricias del aire. La cabeza erguida es signo de denuedo y no anticipo de derrota. Los brazos extendidos no son banderas de rendición sino garras con que trata de asirse a la vida. La vida que asoma en los bordes del brocal que ya toca con los dedos de la mano...
.






Pasando por la escoria y descansando, Mariano Gutiérrez.

También sobre soporte de hierro y con rodamientos para que la rotación tenga más suavidad, la escoria. Una mujer se esfuerza por atravesarla con las solas armas de sus brazos. La pared es blanda y las manos no encuentran asideros. Los pies buscan un estribo seguro, un punto de apoyo firme. Toda esperanza pende de su ahínco. Pero no le será fácil avanzar porque está en la zona más oscura y el tesón es quebradizo y la paciencia endeble. Si lo consigue, habrá llegado al otro lado, el lado donde se respira, y hallará entonces el mismo descanso que ese hombre de mirada ausente que rememora un trance parecido o asiste con calma al espectáculo de la existencia.
.

Escalando escorias y gangas, Mariano Gutiérrez.

Amalgama de piedras unidas a restos de material que no se ha fundido, con sujeción de resina para que no se desprendan. Ascender sin senda, encaramarse sin demasiada convicción, escalar sin rumbo cierto, esa parece que es la suerte que le espera. ¿Gatear entre frágiles aristas o rodear esa geografía de filos escarpados? No hay otra alternativa. Arriba está la cima, lejana como una isla. Y el consuelo de la luz y la promesa del aire cuando haya dejado atrás las escorias y gangas, que son los residuos, los desechos, las cenizas, los desperdicios, las sobras, los sedimentos, los posos, los rastrojos, los saldos, las virutas...









Sobre el basalto, Mariano Gutiérrez.

Cerámica sobre base de basalto y piedra pómez. Lo primero es el ojo que escruta. Ojo de cíclope, ladeado y esquivo, ojo que no quita el ojo, ojo avizor. Ojo que no se sabe si mira abierto o cerrado, ojo que entra por los ojos del que le mira, ojo que da la impresión de llevar toda la vida sin pegar ojo. ¿O es solo un agujero negro que fija la atención, un señuelo del misterio oscuro que acecha, un tragaluz abierto al abismo?. Lo segundo es la mueca que rasga la superficie –ocre terroso y verde amenazado– y envía señales de confusión: donde se insinuaba benevolencia apunta la suspicacia, donde cabía esperar resignación se impone la desconfianza, o la burla, o el desdén.

Sobre el basalto, Mariano Gutiérrez.

Cerámica sobre base de basalto y piedra pómez. Lo primero es el ojo que escruta. Ojo de cíclope, ladeado y esquivo, ojo que no quita el ojo, ojo avizor. Ojo que no se sabe si mira abierto o cerrado, ojo que entra por los ojos del que le mira, ojo que da la impresión de llevar toda la vida sin pegar ojo. ¿O es solo un agujero negro que fija la atención, un señuelo del misterio oscuro que acecha, un tragaluz abierto al abismo?. Lo segundo es la mueca que rasga la superficie –ocre terroso y verde amenazado– y envía señales de confusión: donde se insinuaba benevolencia apunta la suspicacia, donde cabía esperar resignación se impone la desconfianza, o la burla, o el desdén..











Girando sobre madera y piedra, Mariano Gutiérrez.

Piedra sobre la que se levanta sin raíces el acero con ramas que sostiene como si fuera un fruto un tronco de madera. Madera que conserva la memoria del árbol que fue: los años medidos en anillos, el punto al que se orientaba su copa, las señales que le dejó la atmósfera. Pero ¿se acordará de haber dado sombra, de haber cobijado pájaros, de cómo sonaba el viento en las hojas?. Y ahora que es vestigio y resto, trozo arrancado, porción seccionada, ¿de qué es signo ahí en el aire suspendido?. Y el orificio abierto, ¿es ventana para comunicarse las dos caras o vía de escape para que cada una se sienta a espaldas de la otra, eternas desconocidas, haz y envés condenados a ignorarse y desentenderse mutuamente?


Rocas modificadas, Mariano Gutiérrez.

Desgajadas de alguna masa o mole, arrancadas de su primigenio asentamiento, rodaron por ahí como despojos. El tiempo y la intemperie les otorgaron forma y resistencia, fueron sedimento y adquirieron rigidez, pero llevan la fragilidad pintada en la misma apariencia. Es losa de arcilla, fue loseta de yacimiento: lo que se transforma borra o encubre huellas pero no aniquila identidad. ¡Fuera posible descifrar el mapa de su historia: esa cicatriz en forma de guadaña y los colores desteñidos del relieve, esa orografía áspera de oquedades y rugosos promontorios donde lo oscuro predomina, esa traza de corteza de pan duro o calco en miniatura de un territorio yermo!. Y las tres antes libres y ahora cada una en su compartimento separadas por límites y fronteras.